La organización Grupo ETC publica en castellano «Remendar el Planeta» informe sobre geoigeniería.

Caos climático en la era de la geoingeniería
Nuevo informe del Grupo ETC
Versión en castellano de Retooling the Planet
Agosto 2010
No hay duda alguna de que incidir en los ecosistemas locales puede provocar efectos en todo el planeta. A ello debemos el cambio climático inducido por la actividad humana. Sin embargo, está ganando terreno una idea temeraria: que podemos intervenir deliberadamente los sistemas planetarios para corregir el daño que hemos provocado en nuestro clima. Aesto se refiere la geoingeniería, la intervención intencional a gran escala en los océanos, los suelos y/o la atmósfera de la Tierra, especialmente con el fin de combatir el cambio climático.
La geoingeniería puede referirse a una amplia gama de esquemas, entre los que se incluyen el lanzamiento de partículas de sulfatos a la estratosfera para reflejar los rayos solares; el vertimiento de partículas de hierro en los océanos para nutrir al plancton que absorbe el CO2; el disparo de yoduro de plata a las nubes para producir lluvia;
la ingeniería genética de los cultivos para que su follaje refleje mejor la luz del sol, entre otras.
David Keith —físico y promotor de la geoingeniería adscrito a la Universidad de Calgary— describe la geoingeniería como “una solución expedita que emplea tecnología adicional para contrarrestar efectos no deseados sin eliminar su causa de origen”. En otras palabras, la geoingeniería emplea nuevas tecnologías para intentar rectificar los problemas creados por el uso de viejas tecnologías: un clásico remiendo tecnológico.
En medio de un creciente malestar público y cada vez mayores concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera, los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) se sienten presionados a “doblar las manos”: o bien adoptan políticas socialmente responsables para reducir dramáticamente
la producción y el consumo de combustibles fósiles, o esperan a que emerja una alternativa, un recurso providencial en la forma de un conjunto de arreglos tecnológicos que les permita mantener el status quo y evadir las consecuencias. No sorprende que el supuesto “recurso providencial” —la geoingeniería— adquiera fuerza. Tampoco sorprende que
los Estados del Norte global, responsables por casi la totalidad de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) y que han negado o evadido durante décadas el tema del cambio climático, son los que más calurosamente han dado la bienvenida a la opción de la geoingeniería.
Pero además, esos países son los que tendrían un control de facto de su emplazamiento: sólo los países más ricos del mundo tienen la capacidad real de integrar el hardware y el software necesarios para intentar recomponer el clima y reajustar el termostato. También es obvio que los protagonistas del sector privado que querrán encabezar la geoingeniería serán probablemente las mismas empresas de las ramas energética, química, silvícola y de los agronegocios que cargan con la responsabilidad de haber creado el actual predicamento climático en el que nos encontramos, es decir, los mismos que nos condujeron a este caos.
Elegir la geoingeniería como una de las soluciones al caos climático atenta directamente contra el principio de precaución. Aún los posibles inversionistas reconocen que no sabemos lo suficiente sobre los sistemas terrestres como para arriesgarnos a la aplicación intencional de la geoingeniería o incluso a experimentar con ella en el mundo real. No sabemos si la geoingeniería será barata (como insisten sus promotores), especialmente si fracasa (o cuando fracase), si obstaculiza el desarrollo de alternativas constructivas o provoca efectos adversos. No sabemos cómo retirar una tecnología de escala planetaria ya que ha sido liberada. Es probable que las tecnologías que alteren la composición de la estratósfera o la química de los océanos tengan consecuencias no intencionales e impactos diferenciados en el mundo, es decir, que en unos lugares el resultado sea bueno, y en otros no tanto (a lo que se
llama eufemísticamente “heterogeneidad espacial”). Así como el experimento de “geoingeniería” no intencional que significó la Revolución Industrial afectó desproporcionadamente a los pueblos que habitan las regiones tropicales y subtropicales del mundo, es probable que los experimentos de geoingeniería deliberada afecten precisamente a
los pueblos comunidades con menos posibilidades de sobreponerse a los desastres.
Los gobiernos que calladamente discuten la posibilidad de financiar la experimentación en geoingeniería son los mismos que incumplieron en aportar siquiera los recursos mínimos para las acciones de mitigación o adaptación al cambio climático. De hecho, en algunos centros de decisión se está proponiendo el enfoque MAG (Mitigación, Adaptación y Geoingeniería) para incorporarlo en las discusiones sobre cambio climático. Esos gobiernos están dispuestos a desviar los fondos que serían usados para las acciones de mitigación y adaptación frente al cambio climático hacia la geoingeniería, si se les da la oportunidad.
Después de todo, tienen la capacidad de gastar el dinero en sus propios científicos y corporaciones para lanzar iniciativas que muy probablemente sólo beneficiarán a “su parte” del mundo. No existe razón para que los gobiernos y los pueblos de la mayoría del continente africano, Asia o América Latina confíen en que los gobiernos, empresas y
científicos del Norte global defenderán sus intereses. En ausencia de una comprobable buena fe de los estados que promueven y presumiblemente controlarán el desarrollo de la geoingeniería, los gobiernos del Sur global deberían desconfiar. En ausencia de un debate público que incorpore el tema de las desigualdades entre países ricos y pobres, en términos, tanto de la responsabilidad histórica por el cambio climático, como de los impactos potenciales de cualquier tecnología emplazada para combatirlo, la geoingeniería no es más que un acto de geopiratería.

Un jarro de agua sobre las esperanzas de acuerdos en el COP16 de Cancún
Confirmando lo que se venía rumiando desde hace meses, la Ministra de Asuntos Exteriores de México dio hoy al traste con las esperanzas de alcanzar acuerdos juridicamente vinculantes que sustituyan al Protocolo de Kioto el la próxima reunión del COP16 que comienza el 29 de noviembre en Cancún, diciendo que las negociaciones se están centrando en cuestiones de menor importancia antes que en buscar un acuerdo global para 2011 o más tarde.
En declaraciones tras una reunión de dos días en Ginebra que se ocupa de cómo pagar por proyectos de reducción de carbono en los países en desarrollo, Patricia Espinosa dijo que el público no debe medir el éxito de las conversaciones de Cancún por si los países están de acuerdo sobre un nuevo texto jurídicamente vinculante de lucha contra la el calentamiento global.
Yo no creo que este es el enfoque adecuado en las actuales circunstancias», dijo a los periodistas.»En todo el mundo hay necesidades reales e intereses muy diferentes.»
Espinosa dice que en Cancún se puede acordar la creación de un «fondo verde» concretando las propuestas del Acuerdo de Copenhague por el que los países industrializados se comprometían a aportar 10 mil millones de dólares anuales hasta 2012 que pasarían a ser 100 mil millones/año desde esa fecha hasta 2020 para financiar políticas de mitigación y adaptación en los países desindustrializados.
Sobre esto último también se ciernen dudas y se cree que los países ricos no aportarán fondos adicionales nuevos y solo cambiarán el nombre de los que tienen en marcha y/o comprometidos actualmente como Fondos de Ayuda al Desarrollo.
La credibilidad de estas aportaciones es fundamental para que se pueda llegar a acuerdos vinculantes de reducción de emisiones.
Para hacer el seguimiento de estas aportaciones, de quién aporta y quién recibe, se presentó una nueva web puesta en marcha por el gobierno alemán, Far Start Finance que Christiana Figueres, Secretaria Ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático ha definido como » llave central para abrir la puerta del éxito en Cancún»
Fuente: The Guardian
